Andrés Durán

lunes, 1 de octubre de 2007

Deseo… Sensorial

Bogotá

Domingo 2 de octubre (2007)

11:00 AM

Llego a casa de mi novia sin inconvenientes. Continúa haciendo Sol.

¿Motivo?... Y Dudo… ¿Qué respondo? ¿Cómo le explico? ¿Cómo le digo que intento ir más allá con esa mujer?, quizás, ¿podrá entenderlo y entenderme?, y me digo: Estoy perdido; Desconfiado y minucioso pregunta de nuevo, yo insisto mentalmente, sobre todo calma. Y me escondo tras el lente de 5.1 mega pixeles, mientras busco un motivo medianamente creíble, pero él, insatisfecho trata de desnudarme con la mirada; Suena un teléfono!... pienso: estoy a salvo!, lentamente se aleja el organismo de control y con una estudiada y oportuna sonrisa pongo fin a la faena.

11:15 AM

¡Al fin!, mi turno con esa mujer, mi cabeza piensa en la clave equivalente, a estar limpio de antecedentes, me libero. ¡Tres cuartos de hora de retraso! , ella estará pensando que he fallado… ¡Por fin!... Encuentro la posición, la aparente pérdida de tiempo no ha sido tan mala. Me siento seguro. Decidido…Y la mujer sugiere que aguarde, y me sorprende de nuevo…, espero unos minutos, de pronto: ¡Oh por Dios!... Debí suponerlo, buen aspecto físico, atractiva, sensual, vestido negro, tacones plateados. De repente siento deseos de obturar, logro capturar el instante en un contrapicado de su esencia. Y en ese instante, su entrepierna que es desbordada por su vestido negro frena súbitamente mi mirada. Pero entonces, imposible deshacerme de mi terminal sensorial…Prácticamente imposibilidad mágica.

Alexander Peralta

LA SALA DE PAREDES BLANCAS

Esta historia surge tras el reciente ingreso de mi papá al Hospital San Ignacio para ser hospitalizado.

La puerta automática de la entrada permanece más tiempo abierta que cerrada por el constante flujo de personas, hay quienes entran con enormes caras de preocupación, otros que salen contentos y tranquilos. Personas que esperan fuera de la sala, en el parqueadero, con una enorme tensión que sosiegan con el cigarrillo. Otras que esperan dentro mirando la pantalla de los turnos, la pantalla del televisor, la pantalla de sus celulares, o bien, la pantalla oscura de sus ojos cerrados mientras descansan. Todos esperan: por esperanzas, por noticias, por retomar el equilibrio de sus vidas que sin duda es muy lejos de esa fría y concurrida sala de hospital.

Cada individuo que se encuentra en el lugar examina al resto de las personas, todos probablemente se hacen la misma pregunta: ¿por qué estará esa persona aquí? ¿Tendrá a alguien más enfermo que a quien yo vine a traer? ¿Se sentirá como yo me siento?

Pero nadie dice nada, nadie conversa con nadie. Es un lugar donde muchos se conglomeran pero nadie está ahí. Ni para las otras personas, ni para sí mismos. Viviendo una experiencia que esperan olvidar tan pronto la puerta automática se abra por última vez ante ellos camino a la salida.

Juliana Arias

… ¿Qué pasó?...

Eran las 3 de la tarde de un sábado y mi hermano apenas se estaba despertando. Obviamente, el dolor de cabeza y el guayabo no lo dejaron dormir más. Se levantó de la cama y además de tener mucha sed, sentía dolor en todo el cuerpo especialmente en la cara. Pensó que simplemente necesitaba bañarse y tomarse un dolex para recuperarse, pero cuando se vio el en espejo del baño se dio cuenta que estaba lleno de morados como si lo hubieran cascado muy feo. Inmediatamente, llamó a su mejor amigo para que le contara que había pasado…él tampoco se acordaba de nada… tuvieron que preguntarle a otro y éste les hizo un recuento de la noche anterior… Habían salido ebrios como a las 3 de la mañana de Danzatoria y como ningún taxista los quería llevar por borrachos decidieron irse a la casa caminando. En el camino unos gamines los iban a atracar y por alzados se ganaron una cascada también. Así que después de que les robaron todo y les pegaron, se fueron caminando cada uno a su casa. Toda esta historia es una experiencia “no vivida” para mi hermano pues todo se le borro y todavía duda que el cuento sea cierto, pues según él, quien les hizo el recuento también estaba totalmente ebrio. Nunca tendrán la certeza de que fue lo que paso…

Catalina Cifuentes

Hace una semana iba en mi carro por la circunvalar, los dos hombres que iban en un carro al lado mío se quedaron mirándome, seguí mi camino y el carro me adelantó, en el siguiente semáforo se bajó un señor, abrió el baúl saco unas flores, se acercó a mi carro y me las entregó, me pidió el teléfono al dárselo le dije que tenía novio y no estaba interesada en conocerlo, él insistió y se lo di, ahora me llama intensamente para que le saque una amiga hasta que yo termine con mi novio, sin saber que ni tengo novio, ni estoy interesada en conocer a personas que buscan mujeres en la luz roja de un semáforo en las calles de Bogotá.

Gloria Gutiérrez

Hoy conocí la indiferencia y el temor


Soy un ser vivo que respira, come, nada, camina, corre, duerme y siente, pero además de eso…yo se volar. Yo vuelo más de lo que camino, de lo que corro y de lo que nado…hasta más de lo que duermo. Un día salí a volar por las calles. Los vientos eran fuertes, la lluvia apareció y de pronto se convirtió en una gran tormenta. Decidí refugiarme, pero no quise volar hasta mi hogar, sino que preferí tocar tierra y albergarme allí en cualquier lugar. Hace mucho que no lo hacia, siempre prefería estar arriba volando sobre la ciudad. No se porque, pero tuve ese arrebato y, enseguida, descendí para poner mis pies en la tierra. La lluvia tan solo dejaba ver una imagen difusa de mi alrededor; sin embargo, vi que todo era gris, que las calles congestionadas formaban un ambiente de nervios, de ruidos, de insultos, de afanes…vi que todos corrían y nadie volaba. Me asuste…

De pronto vi un niño caminando entre el trafico, solo, triste y sin rumbo. Quise acercarme para ayudarlo, pensé que no era el sitio adecuado para que él estuviera. Lo tome de la mano y lo llevé bajo el techo que formaban las hojas entrelazadas de los árboles de un parque. Le pregunte: ¿Por qué estas solo?, ¿Por qué estas triste? El niño no me respondió. Me quede en silencio. Estaba aterrado de ver este lugar que me tenía un poco asustado y que desde arriba parece ser tan feliz y hermoso. Estaba aterrado de ver a este ser a mi lado, que parecía tan agobiado. En medio de mi silencio solo se me ocurrió preguntarle: ¿y tu?... ¿sabes volar? El niño se quedo inmóvil, pensativo…al rato fijo su mirada hacia mí y vi que sus ojos eran fríos y afligidos. Me asustaron… En ese momento pensé que no iba a decir nada, pero me respondió: “no, no se volar… pero daría lo que fuera para hacerlo…preferiría estar, en este mismo instante, allá arriba en el cielo, con los truenos, rayos y vientos poderosos, que aquí abajo, entre estas calles indiferentes en donde solo siento temor.”

Juan Camilo Velásquez

Lorenza... la gata, la mujer, los tres.

Lorenza, para Lorenza, fue un regalo y un 'alguien' que sólo nos buscó para morir acompañada. Ahh es que si pudiera repetirlo, lo habría hecho sin pensarlo tanto. Fue algo como: Imagínense que esa gata, un animal como tan solitario y misterioso, nos haya buscado sólo para morir acompañado. Ella sabía que hoy debía encontrar a alguien o si no, no podría morirse.

Andaba a 5 metros de nosotros; nos atravesaba corriendo; nos acompañó a Carulla; desafió su instinto pasando la novena y la carrilera así fuera tan prohibido y peligroso para ella como para nosotros, y hasta alcanzó a dormir en las piernas de los cuatro... todo eso sólo para dejar su vida y para enriquecernos la nuestra; ya no existe. Me encanta pensar que todavía creo en ese sacrificio en el que la persona no sabe que está sacrificándose y mucho menos que está haciendo tanto bien.